A solo una hora y media de Madrid, La Cava se encuentra en el kilómetro 28 de la carretera autonómica CM-2000, a 2 kilómetros de Garcinarro. Cuenta con varias zonas de aparcamiento, donde los vehículos se pueden estacionar en un gran parking desde el que parte una de las sendas de acceso señalizada con postes de madera.
La Cava es un yacimiento arqueológico multifásico de 12 hectáreas de extensión que tuvo su primera ocupación hace 4.000 años, durante la Edad del Bronce (entre el 2.500 y el 1.000 a.C.) cuando los asentamientos en la Península Ibérica se caracterizaron por levantarse sobre cabezos o colinas de difícil acceso, muchos de ellos con fortificaciones.
La Cava se ubica en lo alto de un cerro cuyo frente occidental resulta casi inaccesible, conformando una excepcional línea defensiva desde la que se puede controlar visualmente una amplia zona, con la Sierra de Altomira al fondo, y dominar el paso natural que unía el interior con la Submeseta sur, lo que fue una de las principales vías de comunicación peninsular.
Durante las segundas excavaciones realizadas en 2015 se encontraron restos de la muralla y otras estructuras.
Además, a escasos metros hay un campo de unas 8.000 cazoletas, pequeñas cavidades de distintos tamaños horadadas por el hombre en la roca, que son consideradas grabados rupestres del mismo periodo. Este paraje tiene la mayor concentración de España, seguido de Galicia, con solo 500, aunque por ahora se desconoce cuál era su utilidad.
Sin embargo, fue durante la Edad del Hierro (400-450 a.C.), en época celtíbera, cuando se construyó la parte más importante del yacimiento.
Las primeras excavaciones e investigaciones dirigidas entre diciembre de 2013 y mayo de 2014 por el arqueólogo Miguel Ángel Valero, sacaron a la luz la acrópolis retallada en la roca y, en concreto, un monumental edificio singular tripartito datado en el siglo IV a.C.
Está formado por tres estancias cuadrangulares de unos 40 metros cuadrados, independientes pero comunicadas entre sí por un pasillo también retallado y con un parapeto en la parte de poniente que lo separa del precipicio.
Un siglo más tarde esta construcción fue abandonada, posiblemente a causa de un terremoto, y no fue reutilizada hasta la época romana y después visigoda, como un lugar de recogimiento de los eremitas vinculados al cercano Monasterio Servitano de Cañaveruelas.
En la parte superior se han encontrado contenedores y hogares con cenizas pertenecientes a esta época y, dado que no vaciaron el contenido de las estancias y dejaron todo el estrato de materiales in situ, éstas han servido como una cápsula del tiempo. Además, se ha documentado en las estancias que contaban con mayor cota de alzado exhumado una nueva ocupación a principios del siglo XX, como zona de hábitat asociada al cobijo agrícola.
Los arqueólogos han desenterrado el más espectacular edificio íbero que se conoce: una edificación completa de tres estancias y de más de tres metros de altura. “Hasta donde sabemos, y seguimos investigando, no conocemos nada igual. Pensemos que habitualmente lo que solemos descubrir en este tipo de yacimientos son restos de muros realizados con piedras o adobes, que en raras ocasiones superan el metro de altura”, explica el director de las excavaciones, Miguel Ángel Valero, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Castilla-La Mancha. Mar Juzgado, arqueóloga del equipo de Valero, añade: “Desconocemos lo que vamos encontrar en esta campaña, porque no hay nada igual con qué compararlo”.
Promotorio rocoso natural en el que destaca la llamada” Cabeza de serpiente”. Observamos cuatro marcas en la parte superior de cincel. La serpiente en el mundo celtíbero era un animal de gran simbología religiosa
En el lateral derecho del caminonos encontramos múltiples cuevas excavadas en la roca que pudieron haber sido ocupadas por eremitas de época visigoda.